Se dio la situación, estando yo recién plantado en la huerta, de una invasión de Pulgón Verbenero del Niágara que casi acaba con nuestra nueva generación de berenjenabos.
El Pulgón Verbenero del Niàgara se alimenta principalmente de los componentes poéticos y horteras de las flores convirtiéndolas en unas cosas verdes sin puta gracia y sin puñeteras ganas de polinizarse ni hacer mierdas de esas. Por lo que las abejas acabaron robando cera de orejas para poder pagar al api-psicólogo y comprar Prozac.
Con la inexistencia de sexo vegetal las verduras, claro, no parían mas que frutos bordes que insultaban y faltaban a Todo Quisque.
El pobre Todo Quisque también acabó en el psicólogo con una depre de Aquí Tespero.
Aquí Tespero fue un famoso depresivo famoso por sus famosas depresiones Deca Ballo.
Deca Ballo fue un famoso famoso famoso por su gran fama.
El Pulgón Verbenero del Niágara se diferencia del Pulgón Verbenero del Sahara básicamente en el nombre.
La malignidad del Pulgón Verbenero del Niàgara era de tal calibre que horadaba sin piedad los estambres de nuestros capullos desde donde se catapultaba a los huertos limítrofes para continuar desaguisando hortalizas.
Dada la magnitud de la jodienda, la Comisión del Huerto Unido Para Amenazas de Muerte Exóticas (C.H.U.P.A.M.E.) tuvo a bien reunirse para parlamentar sobre el hecho y hallar solución al drama pulgonero que nos acaecía.
El presidente Don Cardo Mariano, rascándose con un pincho detrás del peciolo dijo que aquello era competencia de las Escarolas que para eso eran las delegadas adjuntas de cuestiones entomológicas. Y se largó masticando un purín con las raíces.
Éstas argumentaron que la subsecretaría de insectos succionantes había sido trasladada al parterre de las chufas y que lo arreglasen ellas que para eso se llevaban sus buenas comisiones. Y se fueron a rizarse los rizos y a reírse con chistes de rizomas.
Las chufas, que se chuscaban del chasco changaron la china con chinchón y se chocaron del choto con las chirivías, que estaban atontás y no se enteraban de nada.
Y así seguían las vegetalas pasándose la patata caliente unas a otras sin solucionar el pulgonero problema.
La patata caliente en sí si que se lo pasó teta con tanto sobeteo. Además, como las patateras tienen unas flores de lo más sosas y desprovistas totalmente de cualquier encanto poético-primaveral son inmunes al Pulgón Vervenero del Canadá y a los otros, por lo que a la patata este problema le importaba un pimiento que vivía al lado y con el que habría hecho buenas migas si se hubiera dado el cazo.
La solución apareció Dior mediante en forma de Marikita. Bueno, en realidad se trataba de un “Escaracucaracho Carnivolador Asesino de su Matra” travestido. El bicho este, aunque se sentía totalmente Marikita desde su tierna etapa larval y se había dejado una pasta en operaciones de cambio de càscara, todavía mantenía su proverbial apetito insaciable de Pulgones Verbeneros del Himalaya y de los otros, así que se pegó un tal banquete, que haría ensombrecer de vergüenza al mítico Comefantes del Caribe e incluso al Infausto Tragaplanetas de Cornellà.
La plaga se acabó y la huerta volvió a su insulsa y monótona vida fotosintética.
Conociendo estos hechos mi pregunta es la siguiente:
Debo recortarme los zarcillos? ... O mejor me los dejo largos?
Esperando emocionadamente sus respuestas y agradeciendo de antetallo su interés se despide su seguro servidor de ustedes.
Un Berenjenabo ansioso.
