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Gracias por entrar en este sitio.
La razón de este blog no es otra que dar a conocer mis trabajos literarios.
He escrito con mayor o menor frecuencia durante toda mi vida, pero es desde hace unos pocos años que me siento especialmente cómodo y libre al hacerlo.
No me atrevo a asegurar una regularidad añadiendo entradas, soy tremendamente irregular en todo.
Los trabajos ya acabados los iré colgando en páginas tituladas, se pueden ver en la columna de la derecha ( TEXTOS ) si entras aquí desde un ordenador.
Si lo haces desde un teléfono o tablet es posible que para acceder a las páginas debas desplegar la barra color crema que hay a continuación de el dibujo de Jonás en la ballena.
Las "entradas" tradicionales de blog me las reservo para escritos más espontáneos y para mantener una comunicación fresca con quien tenga a bien leer estas "Kosas Eskritas"
Espero que las disfrutes como yo al escribirlas y no dudes en dejar tu comentario.
Gracias por estar ahí, frente a tu pantalla.
Karlos

POLÍN




Polín descubrió muy joven su total incapacidad para mantener una única línea de pensamiento.
Fue en el entierro de su abuelo materno, la abuela lloraba desconsolada mientras recibía las condolencias de parientes y allegados. Polín la había oído cientos de veces quejarse de la mala vida que le daba el abuelo, que la maltrataba, que la engañaba, que bebía, que jugaba. Polín sentía que sus lágrimas eran sinceras pero no se acababa de creer que fueran a causa de su muerte.
Quizás lloraba por el dinero, al fin y al cabo ambos vivían de la jubilación que cobraba él.
A lo mejor era por ver a sus tres hijos huérfanos, aunque lo cierto es que ninguno de ellos le dirigía la palabra hacía años.
Igual le había dejado un montón de deudas, entre ellas los gastos del entierro, cosa que la obligaría a pedir ayuda a sus hijos.
También es posible que lo hiciese por haber desperdiciado la vida con alguien tan desagradable habiendo tenido – según ella – tantos y tan hermosos pretendientes.
O por haberle deseado tal variedad de desgracias que Polín no recordaba haberle oído repetirse en uno solo de los escabrosos finales que su infatigable imaginación generaba a diario.
Seguramente lloraba su parte de culpa en la desastrosa herencia genética que ya empezaba a manifestarse en sus dos hijos varones, según lamentaban sus respectivas esposas, las tías de Polín.
Probablemente la mujer se había acostumbrado a tener una vía por donde canalizar sus amarguras y ahora se había cerrado.
Peligro, buscaría otra!
La madre de Polín se quejaba de la ausencia de su marido – se tomará unas cervezas en su memoria – le decía a la abuela añadiendo sus lágrima a las de ésta.
Deben llevar una cebolla escondida en el pañuelo – pensaba Polín. Aunque nunca oyó hablar bien de él no dejaba de ser su padre.
O quizás solo llora por ver a su madre llorar, por sim...patía. No le pareció la palabra adecuada, no veía qué tiene de simpático llorar porque alguien llora. Debe ser otra palabra.
Además Polín no sentía ningunas ganas de llorar. Ni por ver a todo el mundo haciéndolo ni por haber perdido a su abuelo. Se sentía un poco monstruo por ello, pero su cerebro estaba tan ocupado intentando entender lo que veía que no le quedaba sitio para la pena.
Los dos varones del difunto, sus tíos, se habían apartado del grupo de pésames que rodeaba a la abuela para fumar. No pudo ver si lloraban porque ambos llevaban gafas de sol, como las que usaba su padre para disimular la resaca. Parecían comentar algo divertido sobre sus esposas, que se habían añadido al coro de lágrimas que estaba dejando el suelo del tanatorio todo nevado de pañuelos de papel.
Venderán “cleenex” con olor a cebolla? Polín tomó nota mental para patentar la idea cuando fuera mayor.
Las tías y su madre intentaban consolar a la viuda que no parecía dispuesta a dejarse. Mas bien al contrario, cuanto más consuelo recibía más gritaba – Y qué voy a hacer yo ahora?! -
Pues lo mismo que siempre, no?
Acostarse, levantarse, quejarse del precio del pan...
Debía ser que se había acostumbrado tanto a esperarlo siempre que ahora estaba desesperada.
Los asistentes desfilaban para saludar a la abuela escoltada por las tres plañideras como matones de un mafioso de la pena. Todos le comentaban muy bajito lo bueno que había sido y ella asentía mirando el pañuelo con el hastío de quien lleva toda la vida oyendo lo mismo.
Polín intentó sustraerse a esta avalancha de ideas yendo a ver la urna donde estaba expuesto el fiambre. Por el camino, sorteando piernas, casi decidió que su abuela y el resto de la corte lloraban simplemente porque era el lugar y el momento de hacerlo y que seguramente él debería hacer lo mismo.
La urna le recordó al expositor de congelados del supermercado, solo que dentro estaba su abuelo como dormido. Más que dormido, muy dormido, dormidísimo, pero diferente. La verdad es que no estaba seguro de haber visto nunca a su abuelo dormido en la cama. En el sofá si.
Polín intentó llorar, intentó pensar en algo triste pero no se le ocurría nada. Empezó a hacer esfuerzos y se puso colorado. Tuvo que dejarlo porque le salían gemiditos y se le escapó un pedo. Se puso más colorado. Al frotarse para disimular se metió un dedo en el ojo y entonces le salió un lagrimón.
Una mano se posó en el hombro y su padre le dijo flojito:
- No llores Polín, son cosas de la vida.
- Joder!

KarlosKosas  20 de junio de 2011


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